Álvaro González

Estudió Ing. Diseño Industrial Vive en España

Todo comienza con su pasión por conducir, por los coches, sumado a sus ganas de viajar y como dicen sus amigos “parezco un taxista”, todo el día haciendo viajes.

Tras conocer la experiencia de voluntariado de unos conocidos en Marruecos, comienza a pensar quien podría venir con él a tener esta experiencia, ya que hay que preparar un coche antiguo el cual no tiene. Y como siempre se dice, que no ves lo que tienes delante, pues justo entra su amigo Jaime por la puerta y se da cuenta de forma inmediata que quien mejor que el para vivir esta experiencia.

Desde el momento comienzan a preparar el viaje,  se  reparten el trabajo, Jaime se encarga de todo lo relacionado con el coche, y el del tema organización, patrocinios, colaboraciones…

Tras un largo año de muchas presentaciones, mensajes y trabajo pueden decir que estaba todo preparado, que habían conseguido trasladar su idea a la Universidad de Deusto, y con ello iban representando a toda la universidad en esta gran aventura.

Llega el día, solo falta rezar para que la pequeña bala roja, “nuestro compañero de aventuras” el Peugeot 205 con matrícula Palencia de hace 30 años, aguante la primera envestida de ir de punta a punta de España para coger el ferry dirección Tánger.

Iban tan cargados, que el morro del coche se levantaba y cada vez que tocaba subir una cuesta ambos animaban al coche para no quedarse en la mitad. Todo un primer contacto con la realidad cuando cada vez que se cruzaban con un coche los pitaban y alentaban.

Llegan a Marruecos, conocen otros 4 coches con estudiantes de ICADE Madrid, y desde ese momento se convierten en un equipo inseparable a lo largo de todas las etapas del Rally.

Está claro que poder ver, dormir, y vivir el desierto y esos paisajes tan rompedores con los que cuenta Marruecos es envidiable, pero la verdad, lo que más les conmovió fue “observar y charlar con las personas de allí, para un occidental no es concebible el encontrarte a un niño descalzo de unos 5 años en medio del desierto esperando tu llegada, que pares tu coche y que le des lo que sea y que instantáneamente se le cambie la cara y te saque una sonrisa sentida de oreja a oreja. No solo con esto, al rato entiendes que ese niño ha estado andando horas y horas porque había escuchado que unos coches viejos igual pasaban por allí. Que llevas más de 5 horas en coche sin ver nada más que polvo y arena, con ello entiendes la necesidad, la necesidad de colaboración y sobre todo de humanidad”

Valores fundamentales para el crecimiento personal, que han visto reflejados tanto Jaime como él en esta experiencia, y que les han inculcado desde sus casas en primera instancia y después con su formación universitaria.